jueves, 19 de agosto de 2010

Brujas, Amberes, ... y Bruselas

Finalmente, y como tercer capítulo de la visita de los papis, pues un recorrido por los principales puntos de Bélgica. Aparte de Bruselas, visitamos Amberes y Brujas, ambas situadas en Flandes, y ambas muy recomendables. De Brujas ya he hablado en otras entradas, por lo que no me repetiré, como dice el refrán 'Una imagen vale más que mil palabras'. Pues ahí van dos:


Y sobre Amberes, pues un breve apunte que me ha llamado la atención. Amberes es considerada como la capital del diamante, además del segundo puerto de Europa (tras Rotterdam) y uno de los principales a nivel mundial. Pues bien, el tema es que durante el trayecto en tren desde Bruselas estuvimos comentando la conexión entre Amberes, diamantes y judíos. Así, según la guía que llevábamos, el 90% del comercio mundial de diamantes pasa por Amberes, y el 75% de este comercio pasa por manos judías. Por lo tanto, la Comunidad Judía en Amberes es una de las más importantes fuera de Israel (de hecho, se le llegaba a apodar como la Jerusalén del Norte).

Sin embargo, nos llamó la atención que no vimos ninguno. De hecho, estuvimos paseando por el Barrio del Diamante, en torno a la Estación Central, pero nada. Tampoco es que estuviésemos buscando, pero recuerdo que me llamó la atención. Pues bien, indagando en el tema, resulta que la guía está un poco desfasada. El comercio de diamantes está cambiando rápidamente de manos y ahora son los indios los que manejan el negocio, con una cuota de alrededor del 70%, según información de marzo del 2010. Y, relacionado con eso, leí otra noticia que explica que la mayor parte de la Comunidad Judía está abandonando Amberes, debido fundamentalmente al aumento del anti-semitismo en la región... En fin, sin comentarios.

Respecto a la ciudad, pues muy bonita, típicamente flamenca. Ahí van un par de fotos.



Visitamos los principales centros turísticos, la Catedral, la plaza del Grote Markt, el Ayuntamiento, el Castillo de Steen y el monumento a Rubens. Y vimos el río, el Escalda, que a lo mejor lleva su nombre por la fría temperatura del agua... Además, y como buenos turistas, dedicamos el día a probar las especialidades belgas. Para comer, moules y frites, y para merendar, un buen gofre, todo sea para cuidar la línea.


De vuelta en Bruselas, y pese a la lluvia, fuimos a ver la Alfombra de Flores en la Grand Place. Teniendo en cuenta que se realiza durante sólo tres días cada dos años, es una visita que merece la pena. Además, la estampa es realmente bonita. La visita llegaba a su fin y venía el momento de las despedidas. Gracias por la visita!

Amsterdam, entre diques y molinos

Tras el paso por Alemania, volvimos a Bruselas por unos días, donde aprovechamos para ver un poco más la ciudad y para visitar Brujas, la joya de Flandes, pero esto ya será tema de la próxima entrada.

En esta me voy a centrar en el viaje que hicimos al país de los diques y los molinos, Holanda, y más concretamente a Amsterdam y alrededores. Esta vez y por variar un poco, utilizamos el tren, el Thalys, que en dos horas conecta las dos capitales. Lo primero que nos llamó la atención cuando llegamos fue el frío... y la lluvia. De hecho, tuvimos que hacer un recorrido express por las tiendas de alrededor del hotel para abrigarnos un poco. Ya es curioso que viniendo de Bruselas no fuéramos más precavidos, pero bueno.

La sensación de Amsterdam es de locura colectiva. Tras el orden de Berlín, en el que todo está bajo control y te sientes uno más en el sistema, en Amsterdam reina el caos. Aquí no hay control posible porque parece que no hay reglas. Bicicletas por todas partes, coches, tranvías, peatones,... todos buscando su sitio y aprovechando el mínimo hueco para hacer camino. Los coches en el carril del tranvía, las bicis en la acera, los peatones en el carril bici... Sálvese quien pueda. Resulta casi increíble que no ocurran accidentes a todas horas. Y qué de gente, madre mía. Creo que no había visto tanta gente en mi vida. Por todas partes, en todas las calles, algo realmente digno de ver. Sin embargo hay que decir que uno se acostumbra rápido a este desconcierto y acaba por encontrarle el gusto.



Estuvimos dos días en la ciudad, pero bien aprovechados, sí señor. El primer día, recorrido turístico por los lugares destacados. El mercado de las flores, la plaza Dam, paseíto en barco por los canales, Vondelpark y entrada al museo Van Gogh, donde vimos algunas de las obras maestras de pintor holandés. Y por la noche, pues claro está tocaba ir a uno de los grandes centros de interés de la ciudad, el Barrio Rojo. Y allí, pues lo esperado: farolillos rojos, profesionales del sexo y cierto ambiente 'porrero'. Pero lo que más vimos fueron turistas... todos, como nosotros, curiosos por ver esta zona única en Europa.



El día siguiente por la mañana tocaba hacer la excursión obligada a la zona de la costa. Allí nos esperaban los molinos de Zaanse Schans, y, posteriormente, Volendam y Marken, dos pueblecitos típicos de la zona que merece la pena visitar. El trayecto en barco de uno a otro, si el tiempo acompaña, es algo imprescindible. Además, en estos dos pueblos vimos la fabricación de queso y de zuecos, elementos ambos imprescindible en el estereotipo holandés. El día fue espléndido y el sol nos acompañó todo el viaje.

Por cierto que impresionan las obras de ingeniería que se han hecho en esta zona para ganarle terreno al mar. Hay que tener en cuenta que una tercera parte del país se encuentra físicamente bajo el nivel del mar... de ahí el nombre de 'Países Bajos'. Sólo queda la duda de saber si el hombre puede poner freno a la naturaleza...


Ya de vuelta, quedaba poco por hacer. Un paseo por los canales, en el que resulta curioso ver las casas que parece que salen del agua... supongo que los días de mucho calor habrá gente que aproveche para salir a la ventana y darse un chapuzón. Después dimos un pequeño paseo por la plaza de otro pintor ilustre holandés, Rembrandt, antes de volver al hotel y dirigirnos de vuelta a Bruselas, donde claro está, nos esperaba nuestra amiga incondicional, la lluvia.

miércoles, 18 de agosto de 2010

Vente a Alemania Pepe

Rememorando al gran Alfredo Landa en el clásico del cine español, nos adentramos en Alemania. Y ni más ni menos que en Berlín, su capital, una de las ciudades con mayor riqueza cultural de Europa y con una historia fascinante que bien vale la pena descubrir mientras se recorren sus calles. Una historia que ha vivido dos guerras mundiales, ambas como gran derrotada. Una historia que ha visto hasta donde es capaz de llegar la locura humana, con el Holocausto judío a manos de Hitler. Una historia que ha visto como era dividida en dos por un muro de cemento. Una historia que ha visto estas y tantas otras cosas y, sin embargo, que se ha recuperado para volver a convertirse en la locomotora de Europa. Nos queda mucho por aprender de esta gente.

Hoy parece mentira que hace sólo poco más de 20 años existiera un muro separando la ciudad y, por extensión el país, en dos mitades. Tras la Segunda Guerra Mundial, Berlín quedó dividida en cuatro partes, cada una bajo control diferente. Sin embargo, mientras que Francia, Inglaterra y Estados Unidos hicieron un frente común, apostando por el capitalismo y por la libertad del invididuo, la otra zona, la zona bajo control soviético, optó por el modelo comunista de Marx y Engels. Sin embargo, la gente pronto se dio cuenta de que, tras la farsa de igualdad y poder para el pueblo sólo existía pobreza y opresión. Así que la gente de la parte oriental empezó a huir al otro lado... y así se creó el Muro de Berlín, con el objetivo de impedirlo.

De los pasos fronterizos que quedaron entre ambas zonas el más famoso es del Check Point Charlie, en el que hoy día se recuerda la historia del muro y de los que intentaron huir. Ahí fue también donde tanques americanos y soviéticos se apuntaron mutuamente a pocos metros de distancia, en uno de los puntos álgidos de la Guerra Fría. Es curioso que, hoy en día, en la Avenida principal de Berlín, Unter den Liden, al lado de la Puerta de Brandenburgo que en la época marcaba la separación entre ambas zonas, estén las Embajadas de los cuatro países en los que se dividió la ciudad.


Dicen que la historia la escriben los vencedores, y en este caso no hay margen a la duda. Tras casi 30 años de Guerra Fría entre ambos frentes, el 9 de noviembre de 1989,el Muro caía bajo los pies de una gente sedienta de libertad. Finalmente fue el mismo lema del comunismo ("Proletarios del mundo, uníos") el que lo hundió, ya que fue la fuerza del pueblo con sus manifestaciones y sus ganas de libertad quien acabó por derribar el muro de la vergüenza.

Volviendo a la actualidad, Berlín se ha convertido como una ciudad espectacular. Grandes espacios, enormes avenidas y abundantes zonas verdes forman el mapa de la ciudad. A nivel cultural, museos como el del Check Point Charlie, reviven la historia del muro de Berlín, con los pequeños dramas familiares y personales que se vivieron. Además, se mantienen trozos de muro en lugares simbólicos como Postdamer Platz, como recuerdo de lo que nunca debería volver a repetirse. También se mantiene en pie la Iglesia Conmemorativa, con la cúpula destruida en la Segunda Guerra Mundial y que se conserva como recuerdo, porque, tal y como leí una vez, "quien olvida sus errores está condenado a repetirlos". Y cómo no, la Puerta de Brandenburgo y el Parlamento, el famoso Reichstag, con el peso histórico que ambos tienen a sus espaldas.

Por otra parte, a nivel estético, es una ciudad que me encanta. Es imprescindible si el tiempo acompaña un paseito en barco recorriendo el río Spree, la Avenida Unter den Liden, la Plaza de la Gendarmería, la Isla de los Museos, Alexanderplatz, Postdamer Platz, ... En nuestro caso, aparte de todo esto fuimos también a ver un concierto de música clásica en la Iglesia de Sta. María, una gozada para los oídos. En fin, es una ciudad en la que siempre descubres algo nuevo. En mi caso, es mi tercera visita, y, como en las otras, me queda la sensación de que me quedan todavía cosas por descubrir y conocer. Aunque eso ya será la próxima vez. Como dijo Kennedy, 'Ich bin ein Berliner'.

martes, 17 de agosto de 2010

Puesta al día

Por lo visto, la resaca del mundial ha durado mucho en el blog, ya que no he vuelto a escribir desde entonces. Toca, por lo tanto, una pequeña puesta al día con los acontecimientos del mes. En primer lugar, a finales de julio, Patri se volvió a España, con lo que me quedé otra vez 'de Rodríguez' en Bruselas. Está claro que tras seis meses de convivencia, el pisito se quedó un poco vacío. Además, con ella se fue, entre otras muchas cosas, el buen tiempo que nos había acompañado en julio, lo que aumentó si cabe el bajón. Pero bueno, los papis llegaban en una semana, con lo que tampoco había tiempo para lamentaciones.

Además, aparte del clásico partidito de fútbol-sala del sábado, aproveché también para estrenarme en Bruselas en otro deporte que me apasiona, el baloncesto. Organizamos una pachanguita en el Parque Leopold, al lado del Parlamento Europeo, y al final se nos fue un poco de las manos porque nos juntamos casi 15 personas (suerte que había tres pistas). Estuvimos dándole a la canasta casi dos horas y tengo que reconocer que acabé agotado. Sólo diré que las agujetas me duraron cuatro o cinco días.

Un día después llegaban los papis con sed de aventura. Tras la experiencia del año pasado en Chicago, con los viajes a Nueva York, Toronto y las Cataratas del Niágara, este año se presentaba la segunda parte, con paradas en Bélgica, Alemania y Holanda. Este año, sin embargo, se ha echado en falta la presencia del 'brother', pero claro, entre las oposiciones y el pequeño Arnau, el tema estaba complicado.

El primer día lo dedicamos a explorar el centro de Bruselas, con la Grand-Place, el Manneken Pis, la Catedral, el Palacio Real y otros sitios característicos de la ciudad. Como no podía ser de otra manera en Bruselas, y para hacer la visita más típica si cabe, se nos unió la lluvia. Tras el recorrido, volvimos de regreso a casa ya que el viernes tocaba hacer maletas para la primera parada del viaje, Berlín. Por cierto que me llamó la atención uno de los souvenirs que venden en las tiendas aquí en Bruselas, un taza con la inscripción: "Belgium, where rain is typical". No hace falta saber mucho inglés para entender que aquí lo normal es que llueva...


 

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