jueves, 9 de septiembre de 2010

Waterloo, tras los pasos de Napoleón

Cerca de Bruselas, a poco más de 25 kilómetros, se encuentra uno de los lugares más importantes de la historia moderna de Europa. Allí se libró la batalla definitiva que marcaría el final de un Imperio y el inicio de una nueva era. Se trata de Waterloo, el pequeño pueblo belga que vio cómo un 18 de junio de 1815 el ejército de Napoleón era derrotado a manos de los aliados, comandados por el Duque de Wellington.


Pues bien, después de este rollo histórico, el tema es que Waterloo era uno de los imprescindibles tras un año en Bruselas. Así que, mirando en el mapa las distancias, los posibles itinerarios y esas cosas, me empezó a rondar por la cabeza la idea de ir en bici. Y por qué no? Poco más de 50 kilómetros el trayecto, y además con la ventaja añadida de que entre ambas se extiende un bosque enorme, el Foret de Soignes, que prácticamente llega hasta Waterloo. Lo bueno, mucha zona verde, y por tanto, bastante agradable para ir en bici. Lo malo, mil caminos que se entrelazan entre ellos y que, sin mapa ni sentido de orientación, te llevan a un bucle infinito...

En fin, el resumen es que me perdí un par de veces, pero al final encontré el camino y llegué a Waterloo. Y de allí, al campo de batalla. Hay que reconocer que han montado un chiringuito curioso. Está el monumento conmemorativo de la batalla, con el león en la cima, y poco más la verdad. El resto, todo maquillaje. Un par de películas sobre la historia de la batalla, sobre Napoleón, y un representación bastante cutre en la que disparan un cañón de la época. En fin, todo sea por poner la banderita.


Tras un buen rato de inmersión en el tema, decidí que era hora de volver. Esta vez, sin contratiempos, y con libertad para disfrutar de la zona, en la que por lo visto crece un árbol único en el mundo, o algo así me dijeron. Un tipo especial de haya (en francés hêtre) que crece en estos lares. Por la altura, y salvando las distancias, me recordaban un poco a las secuoyas gigantes que vi el año pasado en el Parque Yosemite. Es curioso, pero esto fue el 21 de agosto. Y si no me equivoco, y sin exagerar, fue el último día del mes en que salió el sol. Se avecinaban díez días de nubes y lluvia continua... C'est Bruxelles!

1 comentario:

  1. Ye Compadre, qué bonitos esos recónditos paisajes de Waterloo, me hubiese gustado ir en besicleta contigo, contándote batallitas d´allà quant a Franco, porque me recuerda mucho esas excursiones veraniegas que hacía yo PA irme de Catadau a Dos Aguas, eso sí el trayecto no tenía pérdida. La bicicleta para mí siempre será un símbolo de libertad y de entrañable contacto con la naturaleza. Nunca dejes de pedalear...

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